Como muchas otras regiones de Poniente, las Islas del Hierro fueron colonizadas hace miles de años por los primeros hombres, aunque las razones por las que decidieron permanecer en un entorno tan hostil se han perdido en el tiempo. Tampoco está claro en qué momento los hombres del Hierro comenzaron a saquear el continente en busca de sustento, pero es una práctica que han mantenido durante siglos y que han abandonado sólo cuando la fuerza de los habitantes de las tierras verdes ha superado la suya propia.
Al principio, cada isla tenía dos reyes: un Rey de la Sal, que gobernaba en el mar, y un Rey de la Roca, que gobernaba en tierra. De entre estos dos se escogía un Gran Rey, que gobernaba todas las islas. El monarca Urron Manorroja acabó hace cinco mil años con esta práctica de una manera sangrienta y expeditiva: asesinó al resto de los coronados y declaró que el título de Gran Rey sería hereditario.
Su linaje perduró durante aproximadamente mil años, y terminó cuando los ándalos conquistaron las islas. Aunque los invasores enseguida se asentaron en las islas y contrajeron matrimonio con sus habitantes, la práctica del saqueo continuó sin interrupciones. De hecho, durante este periodo, los hombres del Hierro tomaron gran parte del continente, incluyendo la mayoría de la costa oeste, y llegaron bien al interior, hasta las Tierras de los Ríos. Quizás fue apropiado que el declinar de las Islas, desde el cénit de su dominio, fuese el resultado de que un gobernante quisiera vivir en tierra.
El rey Harren el Negro, de la casa Hoare, era un hombre presuntuoso que quería tener un castillo en las Tierras de los Ríos que rivalizara con su propia magnificencia. Se tardó cuarenta años en construir su visión, y Harren empobreció el reino y sacrificó no pocas vidas para verla completada. Una vez terminado, Harrenhal era tan grande que resultaba grotesco, con cinco torres enormes, murallas del tamaño de acantilados, y una torre de entrada tan grande que podría dar cabida a la fortaleza de Invernalia.
No dispuso de mucho tiempo para disfrutar de su monstruosidad. El día que hizo de la nueva fortaleza su residencia, fue informado de que Aegon Targaryen había desembarcado en Poniente. El odio que Harren se había granjeado al maltratar a su gente para construir su castillo era tal, que sus banderizos le abandonaron en bloque para luchar del lado de los Targaryen. Al final, las impresionantes murallas no sirvieron de defensa contra las armas de Aegon: sus dragones. Las bestias golpearon las murallas con fuego, derritiendo la roca y quemando hasta la muerte al monarca y al resto de su linaje.
Cuando Aegon completó su conquista, tomó las Tierras de los Ríos de las manos de los hombres del Hierro y se las entregó a la casa Tully, que había sido la primera en abandonar la causa de Harren. Recompensó a las Islas por no haber apoyado a su gobernante, permitiéndoles elegir a su próximo rey, pero dictaminando que en adelante deberían ser súbditos Targaryen. Los señores supervivientes eligieron a Vickon Greyjoy como su líder, y su casa ha ostentado el poder desde entonces.
Balon Greyjoy es el ocupante actual de la Silla de Piedramar, un bloque de oleaginosa piedra negra tallada con la forma de un kraken, y que es usada a modo de trono por aquellos que gobiernan las Islas. Los hombres del Hierro no tomaron partido cuando Robert derrocó a los Targaryen, pero Balon no dudó en aprovechar la oportunidad de volver al saqueo cuando pensó que el Baratheon no tendría los hombres ni la voluntad para resistirlos. En esto estaba tristemente equivocado, y Robert haría pagar a las Islas, y a los Greyjoy, ese error con sangre. Para cuando se terminó de aplastar la rebelión derribando las murallas exteriores del propio Pyke, los dos hijos mayores de Balon, Rodrik y Maron, se encontraban entre los muertos.
Con su último hijo, Theon, retenido como rehén para garantizar el buen comportamiento de los hombres del Hierro, y después de que los ejércitos de Robert hubieran convertido la importancia de las islas en escombros, Balon se encontró siendo el líder de una casa menor. No obstante, aunque puede que haya sido vencido, es paciente. Cuando llegue la oportunidad de sembrar el terror en el continente, y llevar su venganza sobre aquellos que participaron en su derrota, estará preparado.
Señores de las Olas
Dada su localización, no debería resultar sorprendente el hecho de que las Islas del Hierro posean la mayor flota de Poniente. La mayoría de sus naves son pequeños barcoluengos, con menos de veinte remos y que transportan menos de cuarenta hombres.
En comparación, estas barcas son enanas con respecto a algunas de las cocas o de las galeras de otras flotas de Poniente, probablemente porque estos barcoluengos no se diseñaron para el combate en el mar. Los hombres del Hierro, en vez de eso, los usan para desplegar a sus guerreros en las incursiones sobre el continente, de tal forma que pueden colocar rápidamente a un grupo de guerreros en diferentes lugares.
La posibilidad de que los hijos del Hierro estén en desventaja en un combate naval no hace que, en la práctica, estén menos dispuestos a enzarzarse en uno. Cuando encuentran resistencia en mar abierto, se acercan a su enemigo tan rápido como les es posible para no darle tiempo a utilizar ninguna de las armas que pueda tener montadas en cubierta. Una vez están lo suficientemente cerca, envían grupos de abordaje a trabarse en combate cuerpo a cuerpo, llegando incluso a embestir a los barcos enemigos para conseguir ventaja si la oportunidad se presenta.
Los hombres del Hierro, en especial los más piadosos de entre ellos, tienen una ventaja adicional cuando luchan sobre el agua. Muchos habitantes de las tierras verdes tienen miedo de perecer bajo el agua, y eligen portar armaduras ligeras, si es que deciden llevar alguna. Los habitantes de las Islas, en cambio, adoran a un dios que cree que ahogarse es la forma más reverente de morir para sus seguidores; no es raro ver a un saqueador hijo del Hierro vestido con una armadura completa y saltando de la cubierta de su barco para luchar contra el enemigo.
Pero también tienen una desventaja táctica: carecen de unidades de caballería. Las monturas son escasas en las Islas, hasta el punto de que muchos granjeros tienen que valerse de sus propias fuerzas para arar las pequeñas parcelas de tierra que poseen. Los pocos caballos que viven allí no son aptos para el combate; de hecho, algunos hijos del Hierro consideran cabalgar una debilidad, y consideran inferiores a aquellos hombres que lo hacen. Esta falta de experiencia limita gravemente la capacidad de los isleños para emprender una guerra en tierra firme. Dado que todos los ejércitos grandes del continente poseen jinetes, los hombres del Hierro tendrían pocas posibilidades si alguna vez fueran engañados para iniciar un combate en campo abierto. Lo que es peor, no están entrenados para un enfrentamiento de tal magnitud, y es muy probable que se dispersasen en cuanto se enfrentaran a una carga de caballería.
Por supuesto, son plenamente conscientes de esta debilidad, y es la razón por la que las incursiones normalmente se limitan a zonas con poca o ninguna fortificación, y a poca distancia de sus barcos.
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