• Korewa zombie desuka
Poniente, un lugar donde los veranos pueden durar años y los inviernos toda una vida. Un mundo frágil; donde la magia y fuerzas antiguas se revuelven en el mundo conocido y en las tierras del frío eterno Más allá del Muro. Se acerca el invierno y trae helados vientos de guerra.

LA ERA DEL AMANECER

Al igual que muchos otros aspectos de la historia de Poniente, hay bastante controversia respecto a la verdadera antigüedad del mundo. Los maestres afirman que tiene entre cuarenta mil y quinientos mil años. Es un cálculo bastante impreciso, pero el problema radica en que los documentos que se conservan de esa época son incompletos, cuentan historias contradictorias sobre personajes míticos, y suelen tener una naturaleza mágica. De hecho, muchos relatos dan a entender que hubo reyes y héroes que vivieron durante siglos, mientras que otras historias atribuyen hazañas increíbles a personajes que todavía no habían nacido. Independientemente de que no se pueda fechar con exactitud, sabemos que fue una época de magia portentosa, héroes valientes, y proezas increíbles. Pero, a pesar de todo este esplendor, también fue una época marcada por la guerra y el derramamiento de sangre.

Los Hijos del Bosque

Antes de la llegada del hombre, Poniente era el hogar de los hijos del bosque, un pueblo curioso a la par que misterioso que aún hoy en día es recordado por sus habilidades mágicas y sus extrañas costumbres. Las leyendas dicen que los hijos del bosque eran una raza diminuta, un pueblo que habitaba en cuevas, lagos y en lugares ocultos en los árboles. Eran hermosos y de piel oscura y doraban a los dioses de la naturaleza: los espíritus de los ríos, de los árboles, de las rocas y del viento. A diferencia de los hombres que llegarían después, los hijos del bosque no forjaban metal ni tejían vestidos; en vez de eso, fabricaban sus utensilios con piedra y confeccionaban su ropa con hojas y cortezas. Era un pueblo que estaba en profunda comunión con la tierra.

Las historias más antiguas cuentan que los hijos del bosque poseían poderes sobrenaturales, tales como las habilidades de volar como los pájaros o nadar como los peces. Podían proyectar su mente en la de los animales, utilizándolos como una segunda piel, y sus sueños estaban poblados de visiones y presagios del futuro.

Tuvieron tanta influencia sobre el mundo que muchas de sus obras perduran hoy en día, si bien son más abundantes en el norte que en el sur. Los arcianos blancoves muestran caras talladas en su corteza, caras que, se dice, permiten a los antiguos dioses observar el mundo de los hombres y velar por sus seguidores. Sin embargo no sólo se conservan sus obras; muchas de las costumbres del Norte, e incluso algunas extendidas por todo Poniente, tienen su origen en la lógica y las creencias de los hijos del bosque. Los lacustres del Cuello, por ejemplo, tienen una altura y unas creencias muy similares a las suyas, mientras que la Orden de los Hombres Verdes todavía guarda los antiguos pactos entre los primeros hombres y los hijos del bosque, firmados para cesar las hostilidades y alcanzar la paz. Aunque se cree que los hijos del bosque se han extinguido, algunos juran que este pueblo perdido sigue viviendo lejos de las tierras de los hombres, escondido en lugares tranquilos como los bosques vírgenes más allá del Muro, o el inexplorado Bosque de los Lobos en el Norte.

Los Primeros Hombres

Tan sólo podemos especular sobre cuánto tiempo habitaron los hijos del bosque las tierras que un día se convertirían en los Siete Reinos, antes de que entraran en contacto con los primeros hombres. Pero este encuentro cambiaría el curso de la historia y sentaría las bases de las penurias que estaban por llegar. Es posible que los hijos del bosque previeran la llegada de las hordas bárbaras gracias a sus sueños proféticos. Pero, si así fue, parece que no les sirvió para detener la invasión, pues cuando los primeros hombres aparecieron, trajeron consigo la violencia, la guerra y la muerte. Los primeros hombres llegaron a las tierras de Poniente hace unos doce mil años, cruzando el Brazo de Dorne, un istmo que quedaría destruido en la posterior guerra. Aparecieron a lomos de caballos, esgrimiendo armas de bronce y escudos de cuero curtido. Arrasaron las tierras, talando árboles y limpiando el terreno, para construir granjas, pueblos y templos dedicados a sus extraños dioses y sus violentas creencias. Al principio, los hijos del bosque, tan atemorizados de los caballos como lo estaban los primeros hombres de las caras de los árboles, se escondieron en la espesura del follaje. Los invasores eran un pueblo guerrero que no conocía el poder antiguo de esta tierra por lo que, además de construir torreones y talar los bosques para edificar granjas, cortaron las caras del bosque y destruyeron el equilibrio de la naturaleza salvaje. Esto fue suficiente para que los hijos del bosque vencieran su miedo y se lanzaran a la guerra.

Las Guerras de la Era del Amanecer


Espoleados por la rabia de ver a los primeros hombres destruir su tierra, los hijos del bosque olvidaron la paz y tomaron las armas, hostigando a sus enemigos con trampas voladoras y flechas disparadas con arcos de madera de arciano. Los místicos y hechiceros de los verdevidentes usaron magia negra para hacer subir los mares y anegar la tierra, destruyendo el Brazo de Dorne y dando lugar a los Peldaños de Piedra existentes hoy en día. A pesar de esta gran devastación, ya era demasiado tarde: los primeros hombres habían venido para quedarse.

Se cree que las guerras se prolongaron durante casi dos mil años y, aunque los hijos del bosque luchaban ferozmente con sus hojas y puntas de flecha de obsidiana, no tenían ninguna oportunidad contra unos hombres más grandes y fuertes que ellos que blandían armas de bronce. Finalmente, cuando la tierra se empapó de la sangre de los caídos y eran más los muertos que los vivos, los líderes y héroes de los primeros hombres se reunieron con los verdevidentes y los danzarines de los bosques en una boscosa isla situada en un gran lago llamado Ojo de los Dioses, en el centro de Poniente. Allí se acordó que los primeros hombres ocuparían las tierras costeras, las praderas, los pantanos y las montañas; mientras que los hijos podrían vivir en sus bosques libremente y sin ser molestados para siempre. Los primeros hombres prometieron no volver a talar los arcianos y dejar a los hijos del bosque en paz. Para asegurarse de que los dioses velaban por el cumplimiento de la tregua, los hijos tallaron caras en todos los arcianos. Se fundó entonces la Orden Sagrada de los Hombres Verdes, para vigilar la Isla de los Rostros y asegurar que el Pacto se mantuviera para siempre.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Eucliwood hellscythe Theme | Copyright © 2012 Canción de Hielo y Fuego- El Blog de Poniente, All Rights Reserved. Design by Djogzs, | Johanes djogan