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Poniente, un lugar donde los veranos pueden durar años y los inviernos toda una vida. Un mundo frágil; donde la magia y fuerzas antiguas se revuelven en el mundo conocido y en las tierras del frío eterno Más allá del Muro. Se acerca el invierno y trae helados vientos de guerra.

La Llegada de los Ándalos

Los ándalos procedían de las tierras del Hacha, un gran espolón de tierra rodeado por el Mar de los Escalofríos, al noreste de donde ahora se encuentra Pentos, y durante muchos siglos fueron un pueblo nómada. Partieron desde el corazón de la península hacia suroeste y forjaron Andalia, el antiguo reino donde vivieron antes de cruzar el Mar Angosto.

Andalia se extendía desde el Hacha hasta lo que hoy es la Costa de Braavos y, desde el sur, hasta las Llanuras y las colinas de Terciopelo. Los ándalos llevaban armas y armaduras de de hierro, lo que les daba superioridad contra las tribus que habitaban las tierras próximas. Una de estas tribus era la de los hombres peludos; su nombre ha sido olvidado, pero aún se recuerdan en ciertas historias de los pentoshi, quienes creían que estaban emparentados con los hombres de Ib (hecho que coincide en parte con documetos olvidados de la Ciudadela, aunque algunos argumentan que los hombres peludos fueron quienes fundaron Ib, y otros que procedian de allí).

Hay quien considera que los ándalos eran capaces de forjar el hierro porque los Siete los guiaban — que el propio Herrero les enseño ese arte— y así se recoge en los textos sagrados. Sin embargo los rhoynar ya eran una civilización avanzada en ese entonces, y ellos también sabían trabajar el hierro, sólo hace falta observar un mapa para darse cuenta que los primeros ándalos debieron tener contacto con ellos. El Torrentenegro y el Noyne se encontraban en mitad de la ruta migratoria de los ándalos, y según el historiador norvoshi Doro Golanthis, aún existen restos de asentamientos de los rhoynar en Andalia. Y no sería el primer pueblo en aprender a trabajar el hierro como los rhoynar; ya que se dice que los valyrios también aprendieron de ellos, superándolos en destreza.

Durante miles de años los ándalos vivieron en Andalia, haciéndose cada vez más numerosos. En el más antiguo de los libros sagrados, “La Estrella de Siete Puntas”, se dice que los Siete caminaron entre sus gentes, coronaron a Hugo de la Colina y le prometieron a él y a sus descendientes gobernar grandes reinos en una tierra lejana. Esto es lo que los septones y septas enseñan como causa por la que los ándalos dejaron Essos y marcharon rumbo al oeste, a Poniente, pero los estudios llevados a cabo en la Ciudadela a lo largo de los siglos apuntan a un motivo más pausible.

Durante varios siglos, los ándalos prosperaron en las colinas de Andalia casi sin injerencias exteriores. Pero con la caída del Antigio Ghis llegó la gran oleada de conquistas y colonización del Feudo Franco de Valyria para expandir sus dominios y buscar más esclavos. Al comienzo, el Rhoyne y los rhoynar actuaron como muro de contención. Para cuando los valyrios llegaron al gran río, descubrieron que sería difícil atravesarlo. Para los señores dragón no suponia ningún problema, pero para los ejercitos y la caballería era imposible, teniendo en cuenta que los rhoynar eran tan poderosos como lo había sido Ghis en su apogeo. Se acordó una una tregua de varios años entre los valyrios y los rhoynar, pero eso sólo protegió a los ándalos durante un tiempo.

Una vieja leyenda de Pentos afirma que los ándalos asesinaron a las doncellas cisne que atraían a los viajeros a su muerte en las colinas de Terciopelo, al este de la Ciudad Libre. Un héroe al que los pentoshi llaman Hukko comandaba a los ándalos en aquella época, y se cuenta que asesinó a las siete doncellas no por los crímenes que cometieron, sino como sacrificio a los dioses. Algunos maestres señalan que Hukko podría ser una deformación del nombre de Hugor, pero, si las antiguas leyendas de los Siete Reinos no son muy fiable, menos son las del este. Demasiados pueblos han viajado de un lado a otro, y muchas leyendas se han entremezclado.

Los ándalos cruzaron el Mar Angosto hacia Poniente.

En la desembocadura del Rhoyne, los valyrios fundaron su primera colonia. Volantis fue erigida por los hombres más ricos del Feudo Franco atraidos por la riqueza de las mercancias que bajaban desde el Rhoyne. Por allí atravesaron el río las poderosas tropas para su conquista. Al inicio, los ándalos ofrecieron resistencia, e oncluso puede que los rhoynar los ayudaran, pero el enemigo era demasiado fuerte, y es probable que los ándalos decidieran huir en vez de enfrentarse a la inevitable esclavitud que seguiría con la llegaba a la conquista valyria. Se replegaron hasta el Hacha, las tierras de donde procedían, pero tampoco allí se vieron a salvo, así que se retiraron cada vez más hacia el noroeste hasta llegar al mar. Es posible que algunos abandonaran allí toda esperanza y se rindieran a su destino y otros plantaran cara en un último esfuerzo por resistirse, pero la mayoría construyó barcos y cruzó el Mar Angosto hacia Poniente, las tierras de los Primeros Hombres.

En Essos, la presencia valyria hacía imposible que los ándalos llevaran a cabo la promesa que les abían hecho los Siete, pero en Poniente eran libres para convertirla en realidad. Enfervorecidos por la guerra y la huida, los guerreros ándalos segrabaron la estrella de siete puntas en el cuerpo y juraron por su sangre y por los Siete no descansar hasta haber forjado sus reinos en las Tierras del Ocaso. Su éxito dio un nuevo nombre al continente: Rhaesh Andahli, Tierra de los Ándalos, como ahora la llaman los dothrakis.

Los septones, los bardos y los maestres coinciden que el primer lugar donde los ándalos desembarcaron fue en los Dedos, en el Valle de Arryn. Tallas de la estrella de siete puntas se encuentran dispersas en las rocas y piedras de la zona, costumbre que con el tiempo cayó en desuso a medida que avanzaban en su conquista.

Los ándalos cruzaron el Valle a sangre y fuego y emprendieron así la conquista de Poniente. Las armas y armaduras de hierro sobrepasaban las de bronce que los Primeros Hombres utilizaban para luchar, y muchos perecieron en batalla. La guerra se extendió durante varias décadas. Al final, algunos de los Primeros Hombres se rindieron, y es por esto que aún existen casas en el Valle que proclaman con orgullo su descendencia de los Primeros Hombres, como los Redfort y los Royce.

Los bardos cuentan que un héroe ándalo, Ser Artys Arryn, montó a lomos de un halcón para asesinar al Rey Grifo en la Lanza del Gigante y después fundó el linaje real de la casa Arryn. Otra de muchas historias sin sentido que mezcla la verdadera historia de los Arryn con leyendas de la Edad de los Héroes. En realidad, los Arryn suplantaron a los altos reyes de la casa Royce.

Una vez consolidado el Valle, los ándalos volvieron su atención al resto de Poniente y marcharon desde la Puerta de Sangre. En las guerras posteriores, los aventureros ándalos forjaron pequeños reinos a partir de los viejos dominios de los Primeros Hombres, siempre luchando tanto entre sí como contra sus enemigos.

Los clanes de las Montañas de la Luna descienden de los Primeros Hombres que, por no arrodillarse ante los ándalos, fueron expulsados a las montañas. Hay similitudes entre sus costumbres y las costumbres de los salvajes de más allá del Muro, como, por ejemplo, el rapto de la novia y su obstinado deseo de gobernarse a sí mismos, y se sabe que los salvajes también descienden de los Primeros Hombres.

Ándalos en el Valle, con las Montañas de la Luna al fondo by Arthur Bozonnet©

Se dice que, en las guerras del Tridente, hasta siete reyes ándalos unieron fuerzas contra el último rey de los Ríos y las Colinas, Tristifer IV, descendiente de los Primeros Hombres, y cantan los bardos que lo derrotaron en su centésima batalla. Su heredero, Tristifer V, demostró ser incapaz de defender el legado de su padre, y así fue como su reino cayó ante los ándalos.

Fue en esta misma época cuando un ándalo que las leyendas recuerdan como Erreg el Matasangre llegó a la gran colina de Alto Corazón, donde los hijos del bosque, bajo la protección de los reyes de los Primeros Hombres, seguian cuidando de los enormes arcianos tallados que coronaban la colina (treinta y uno, según deja constancia el archimaestre Laurent en su manuscrito “Antiguos Lugares del Tridente”). Cuando los guerreros de Erreg intentaron talar los árboles, los Primeros Hombres pelearon junto a los hijos, pero, pese a luchar con valor para defender sus sagrados árboles, el poder de los ándalos fue mucho mayor y todos fueron asesinados. Los bardos afirman que los fantasmas de los hijos aún merodean la colina por las noches e incluso hoy en día, los ribereños evitan ese lugar.

La masacre de los hijos del bosque a manos del guerrero
ándalo, Erreg el Matasangre by Arthur Bozonnet©
Al igual que los Primeros Hombres, los ándalos demostraron ser enemigos acérrimos de los hijos de los bosques restantes. A sus ojos, los hijos adoraban a dioses desconocidos y tenían extrañas costumbres, por lo que los ándalos los expulsaron de todos los espesos bosques que el Pacto les habían concedido. Debilitados y aislados con el paso de los años, los hijos carecían de cualquier ventaja que antaño pudieran haber tenido sobre los Primeros Hombres y, lo que los Primeros Hombres nunca pudieron lograr, los ándalos lo lograron en muy poco tiempo. Puede que algunos pocos hijos huyeran al Cuello, donde estarían a salvo entre pantanos y ciénagas, pero si lo hicieron, no quedó ningún rastro de ellos. Es posible que unos pocos sobrevivieran en la Isla de los Rostros, como algunos han escrito, bajo la protección de los hombres verdes, a quienes los ándalos jamás consiguieron expulsar, pero tampoco se han encontrado pruebas de ello.

Lo ciero es que los pocos hijos del bosque que quedaron escaparon o perecieron y que los Primeros Hombres perdieron una guerra tras otra, un reino tras otro, ante los invasores ándalos. Las batallas y guerras fueron interminables y todos los reinos del sur cayeron. Al igual que los hombres del Valle, algunos se sometieron ante los ándalos, incluso se convirtieron a fe de los Siete. En muchos casos, los ándalos tomaron como esposas a las mujeres y hijas de los reyes derrotados a modo de consolidar su gobierno, ya que, a pesar de todo, los Primeros Hombres eran mucho más numerosos que los ándalos y no podían expulsarlos sin más. El hecho de que muchos castillos sureños aún conserven un bosques de dioses con arcianos tallados en su interior, es gracias a que los primeros reyes ándalos cambiaron su afán de conquista por la integración, evitando conflictos de fe.

Incluso los hijos del hierro, los feroces guerreros navegantes que se sentían seguros en sus islas, cayeron ante la conquista de los ándalos. Y aunque tardaron mil años en dirigir su atención a  las Islas del Hierro, cuando lo hicieron, lo hicieron con renovadas fuerzas. Los ándalos arrasaron las islas, exterminando el linaje de Urron Manorroja, que había gobernado con hacha y espada durante mil años.

Haereg escribe que, en un comienzo, los nuevos reyes ándalos intentaron forzar a los hijos del hierro a adorar a los Siete. No lo aceptaron, pero los isleños dejaron que su Fe coexistiera junto a la del Dios Ahogado. Los ándalos se casaron con las esposas e hijas de los hijos del hierro y tuvieron descendencia con ellas, al igual que hicieron en el continiente, pero, con la diferencia de que la Fe a los Siete nunca llegó a consolidarse en las islas; ni siquiera entre las familias de sangre ándala. Con el tiempo, en las Islas del Hierro solo quedó el Dios Ahogado, y apenas unas pocas casas recuerdan a los Siete.

El Norte fue el único territorio capaz de lograr contener a los ándalos, gracias a los impenetrables pantanos del Cuello y la antigua fortaleza de Foso Cailin. Incontables ejércitos ándalas fueron destruidos en el Cuello, y los Reyes del Invierno consiguieron preservar un gobierno independiente durante muchos siglos.

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