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Poniente, un lugar donde los veranos pueden durar años y los inviernos toda una vida. Un mundo frágil; donde la magia y fuerzas antiguas se revuelven en el mundo conocido y en las tierras del frío eterno Más allá del Muro. Se acerca el invierno y trae helados vientos de guerra.

Diez Mil Barcos

La última gran migración a Poniente tuvo lugar mucho después de la llegada de los Primeros Hombres y los ándalos: tras las guerras ghiscarias, los señores dragón de Valyria pusieron la mira hacia el oeste donde la expansión del Feudo Franco y sus colonias había entrado en conflicto con los pueblos del Rhoyne.

El Rhoyne es el río más caudaloso del mundo conocido y sus múltiples afluentes se extendían por gran parte del occidente de Essos. A lo largo de sus riberas habían surgido una civilización y una cultura tan legendaria y antigua como la del Antiguo Imperio de Ghis. Los rhoynar, que lo llamaban madre Rhoyne, prosperaron gracias a la fertilidad de su cuenca.

Pescadores, comerciantes, maestros, eruditos y trabajadores de la madera, la piedra y el metal erigieron elegantes ciudades y pueblos desde el nacimiento hasta las desembocaduras del Rhoyne, cada una más hermosa que la anterior: Ghoyan Drohe, en las colinas de Terciopelo, llena de arboledas y cascadas; Ny sar, la ciudad de las fuentes y las canciones; Ar Noy, en el Qhoyne, la ciudad del mármol verde; la clara Sar Mell de las flores; Sarhoy, a orillas del mar, con sus canales y jardines de agua salada; y Chroyane, la más grande de todas, la Ciudad Festiva, con su gran palacio del Amor.

El arte y la música florecieron en el Rhoyne, y se dice que su gente tenía su propia magia, una magia del agua muy diferente de los hechizos de Valyria, que nacían de la sangre y el fuego. Aunque estaban unidas por su parentesco, la cultura y el río que las había echo nacer y crecer, las ciudades del Rhoyne eran extremadamente independientes; cada una tenían su propio príncipe… o princesa, ya que en estos pueblos ribereños, las mujeres eran consideradas iguales que los hombres.

Aunque generalmente eran un pueblo pacífico, los rhoynar podían ser formidables cuando eran incitados, como debieron haber aprendido, muy a su pesar, más de algún aspirante a conquistador ándalo. El guerrero rhoynar, con su armadura de escamas plateadas, casco con forma de cabeza de pez, alta lanza, y escudo de caparazón de tortuga, era respetado y temido por aquellos que se enfrentaban en batalla. Dicen, que la misma madre Rhoyne susurraba a sus hijos sobre cualquier amenaza, que los príncipes rhoynar poseían extraños y misteriosos poderes, que las mujeres rhoynar luchaban tan ferozmente como los hombres, y que sus ciudades estaban protegidas por "murallas de agua" que se elevaban para ahogar a cualquier enemigo.

Durante varios siglos los rhoynar vivieron en paz. Aunque muchos pueblos salvajes habitaban las colinas y bosques de alrededor de la madre Rhoyne, todos sabían que era mejor no molestar a las gentes del río. Por su parte, los rhoynar mostraban poco interés en expandirse; el río era su hogar, su madre, su dios, y muy pocos deseaban morar alejados del sonido de su eterna canción.

Al principio, cuando aventureros, exiliados y comerciantes del Feudo Franco de Valyria empezaron a expandirse más allá de las Tierras del Largo Verano durante los siglos posteriores a la caída del Antiguo Imperio de Ghis, los príncipes rhoynar los acogieron y sus sacerdotes declararon que todo hombre era bienvenido a compartir la generosidad de la madre Rhoyne.

A medida que los primeros asentamientos valyrios se transformaban en pueblos y estos en ciudades, algunos rhoynar llegaron a lamentar la tolerancia de sus antepasados. La amistad dio paso a la enemistad, sobretodo en el curso bajo del río, donde la antigua ciudad de Sar Mell y la ciudad valyria amurallada de Volon Therys se encontraban frente a frente, separadas por las aguas, así como en las costas del Mar del Verano, donde la ciudad libre de Volantis y el legendario puerto de Sarhoy no tardaronen entrar en conflicto para dominar sendas bocas de las cuatro desembocaduras de la Madre Rhoyne.

Las disputas entre los ciudadanos de las ciudades rivales se hicieron cada vez más frecuentes y enconadas, produciendo al final una serie de pequeñas pero sangrientas guerras. Sar Mell y Volon Therys fueron las primeras ciudades en enfrentarse. La leyenda cuenta que el enfrentamiento empezó cuando los valyrios pescaron y mataron a una de las gigantescas tortugas a la que los rhoynar llamaban los Viejos del Río, y que consideraban consortes de la propia madre Rhoyne, y por lo tanto, sagradas. La Primera Guerra Tortuga duró menos de una luna. Sar Mell fue asaltada e incendiada, pero salió victoriosa después de que los magos del agua rhoynar invocaran el poder del río e inundaran Volon Therys. Según las leyendas, la mitad de la ciudad fue arrasada.

Pero hubo más enfrentamientos: la Guerra de los Tres Príncipes, La Segunda Guerra Tortuga, la Guerra del Pescador, la Guerra de la Sal, la Tercera Guerra Tortuga, la Guerra en el Lago Puñal, la Guerra de las Especias, y muchas más, demasiadas para describirlas todas. Ciudades y pueblos fueron quemados, inundados, y después reconstruidos. Miles de personas fueron asesinadas o esclavizadas. En la mayoría de conflictos los valryos salían victoriosos, ya que los príncipes del Rhoyne, muy orgullosos de su independencia, luchaban solos, mientras que las colonias valyrias se ayudaban entre sí, y cuando estaban en apuros, pedían apoyo al Feudo Franco. La “Historia de las Guerras Rhoynar”, de Beldecar, describe estos conflictos, que se extendieron durante casi dos siglos y medio.

Los rhoynar ante el poder del Feudo Franco by Chase Stone©

Esta serie de conflictos alcanzó un clímax sangriento hace mil años durante la Segunda Guerra de las Especias, cuando tres señores dragón de Valyria se unieron con sus parientes y primos de Volantis para derrotar, saquear y destruir Sarhoy, la gran ciudad portuaria del Rhoyne a orillas del Mar del Verano. Los guerreros de Sarhoy fueron salvajemente asesinados, sus hijos fueron arrastrados a la esclavitud, y su orgullosa ciudad fue arrasada por el fuego. Luego los volantinos cubrieron de sal las ruinas humeantes para que Sarhoy no pudiera volver a levantarse jamás.

La destrucción absoluta de una de las ciudades más ricas y hermosas del Rhoyne, y la exclavización de su gente, conmocionó y consternó al resto de los príncipes rhoynar. "Todos acabaremos así a menos que nos unamos para poner fin a esta amenaza", declaró el más poderoso, el principe Garin de Chroyane, y convocó a sus compañeros para formar una gran alianza y expulsar a los valyrios de las ciudades ribereñas.

Tan sólo la princesa nymeria de Ny Sar se opuso. “Es una guerra que no podemos ganar", advirtió, pero los demás príncipes la abuchearon y juraron lealtad a Garin. También los guerreros de Ny Sar estaban ansiosos por luchar, así que a Nymeria no le quedó otra opción que unirse a la gran alianza.

El ejército más grande que Essos jamás ha visto se reunió en Chroyane bajo el mando del príncipe Garin. Según Beldecar, a su disposición tenía un cuarto de millón de hombres. Desde el nacimiento del Rhoyne hasta todas sus desembocaduras, todo hombre con edad para luchar tomó la espada y el escudo y se dirigió hacia la Ciudad Festiva para unirse a la gran batalla. El príncipe declaró que, mientras el ejército se mantuviera próximo a la madre Rhoyne, no tendrían por qué temerle a los dragones de Valyria, ya que los magos de las aguas les protegerían contra el fuego del Feudo Franco.

Garin dividió sus enormes huestes en tres; una marchó por la ribera oriental del Rhoyne, la otra por la occidental, y la tercera navegaba entre ambas a bordo de una gran flota de galeras de combate para eliminar los barcos enemigos. El príncipe Garin condujo sus huestes río abajo desde Chroyane, destruyendo a su paso toda aldea, pueblo y asentamiento, y aplastando cualquier resistencia.

En Selhorys ganó su primera batalla, derrotando un ejército valyrio de treinta mil hombres y tomando la ciudad por asalto. Valysar sufrió el mismo destino. En Volon Therys, Garin se enfrentó a cien mil enemigos, a un centenar de elefantes de guerra, y a tres señores dragón. Aquí también triunfó, aunque a un precio terrible. Miles de los suyos fueron calcinados, pero miles más buscaron refugio en las aguas poco profundas del río mientras los magos eregian enormes columnas de agua arrojandolas contra los dragones. Los arqueros rhoynar abatieron a dos dragones y el tercero huyó, herido. Tras la batalla, la madre Rhoyne se alzó enfurecida y engulló Volon Therys; yos hombres empezaron a llamar al victorioso príncipe Garin el Grande. Dicen que los grandes señores de Volantys temblaban ante el avance de su huste y que, en vez de enfrentarse a él en campo abierto, se replegaron tras sus muralla Negra y suplicaron ayuda al Feudo Franco.

Cadáveres apilados en la orilla del Rhoyne by Arthur Bozonnet©
Y los dragones llegaron. Pero no fueron tres, como a los que el príncipe Garin se había enfrentado en Volon Therys, sino que fueron trescientos o más, según las crónicas que nos han llegado. Los rhoynar no pudieron resistir el fuego. Decenas de miles murieron abrasados, mientras que otros se arrojaban al río con la esperanza que la madre Rhoyne les ofreciera protección contra el aliento de dragón, pero perecieron en su seno. Algunas crónicas afirman que el fuego ardieó con tal intensidad que las mismísimas aguas del río hirvieron y se evaporaron. Garin el Grande fue capturado vivo y obligado a observar como su gente sufría por haber desafiado alos valyrios. Sus guerreros no recibieron misericordia alguna. Los volantinos y sus parientes valyrios los pasaron por la espada, y fueron tantos los muertos que dicen que su sangre tiñó de rojo la bahía de Volantis hasta donde alcanzaba la vista. Los vencedores reagruparon sus huestes y marcharon hacia el norte, río arriba. Saquearon Sar Mell salvajemente antes de avanzar hacia Chroyane, la ciudad del príncipe Garin, a quien llevaron hacía allí encerrado en una jaula dorada por orden de los señores dragón para que presenciara la destrucción de su cuidad.

Colgado de una jaula de la muralla de Chroyane, el principe vio como esclavizaban a las mujeres y niños cuyos padres y hermanos habían muerto en su valerosa e irremediable guerra. Sin embargo, dicen que el príncipe Garin invocó una maldición sobre los conquistadores, suplicando a la madre Rhoyne que vengara a sus hijos. Esa misma noche, el Rhoyne se desbordó con una fuerza mayor de la que nadie recordaba. La ciudad se sumió en una espesa niebla llena de vapores malignos, y los conquistadores valyrios empezaron a morir de psoriagrís. En este aspecto, los relatos parecen ciertos: tiempo después, Lomas Pasolargo escribió sobre las ruinas anegadas de Chroyane, sus infectas nieblas y aguas, y aseguró que los viajeros extraviados infectados por la psoriagrís merodeaban por las ruinas, un peligro para aquellos que recorren el río bajo los restos del puente de los Sueños.

Rhoyne arriba, en Ny Sar, la princesa Nymeria no tardó en recibir noticias de la demoledora derrota de Garin y de la esclavización de los pueblos de Chroyane y Sar Mell. Consciente de que su ciudad correría el mismo destino, reunió todos los barcos que quedaban en el Rhoyne, ya fueran grandes o pequeños, y las llenó con las mujeres y niños que cupieran, ya que la mayoría de hombres en edad de luchar se habían marchado con Garin, y habían muerto. Nymeria condujo río abajo aquella flota desharrapada, pasando a través de los pueblos en ruinas humeantes, ante campos llenos de muertos, por aguas atestadas de cadáveres flotantes e hinchados. Para evitar Volantis y sus huestes, decidió seguir un viejo canal que desembocaba en el mar del Verano, donde una vez se alzó Sarhoy.

La princesa Nymeria y su flota de diez mil barcos
by Jennifer Drummond©
Las leyendas cuentan que Nymeria encabezó una flota de diez mil barcos en busca de un nuevo hogar para su pueblo, más allá del alcance de Valyria y sus señores dragón. Beldecar sostiene que es una cantidad muy exagerada, quizás diez veces más de las que en realidad emprendieron la travcsía. La mayoría eran embarcaciones fluviales, botes, chalanas, galeras comerciantes, pesqueros, barcazas de placer e incluso balsas, con las cubiertas y bodegas repletas de mujeres, niños y ancianos. Sólo uno de cada diez estaba en condiciones de navegar, insiste Beldecar.

El viaje de Nymeria fue largo y terrible. Más de un centenar de barcos naufragaron y se hundieron con la primera tormenta. Muchos otros, regresaron por miedo y fueron capturados por los esclavistas cerca de Volantis. Algunas se quedaron atrás o a la deriva, y nunca más se supo de ellas.

El resto de la flota navegó por el Mar del Verano hacia las Islas del Basilisco, donde se detuvieron para conseguir agua fresca y provisiones, pero cayeron en manos de los reyes corsarios de Isla Hacha, Garra y la Montaña Aullante, que dejaron de lado sus propios enfrentamientos para atacar a los rhoynar a fuego y espadas, incendiando cerca de cuarenta barcos y llevándose a cientos de ellos como esclavos. Después, los corsarios ofrecieron a los rhoynar asentarse en las Isla de los Sapos, siempre que abandoraran sus barcos y entregaran a cada rey treinta niñas vírgenes y muchachos al año como tributo.

Nymeria se negó y partió con su flota de vuelta al mar, esperando encontrar refugio entre las calurosas junglas de Sothoryos. Algunos se establecieron en Punta Basilisco; otros, cerca de las brillantes aguas verdes del Zamoyos, entre arenas movedizas, cocodrilos, y árboles semihundidos y podridos  La Princesa Nymeria permaneció con los barcos en Zamettar, una colonia ghiscaria abandonada hace miles de años, mientras que un grupo marchó río arriba hacia las enormes ruinas ciplopeas de Yeen, morada de gules y arañas.

Sothoryos ofrecía abundantes riquezas: oro, gemas, maderas poco comunes, pieles exóticas, misteriosas frutas y extrañas especias... Sin embargo los rhoynar no pudieron prosperar allí. El sofocante calor y la humedad les oprimían el ánimo y los enjambres de moscas y mosquitos trasmitian una enfermedad tras otra: fiebre verde, peste danzarina, pústulas de sangre, llagas supurantes, dulcedumbre... Los jóvenes y los ancianos fueron especialmente vulnerables a este tipo de contagios. Incluso zambullirse en el río significaba cortejar a la muerte, ya que el Zamoyo estaba infestado con bancos de peces carnívoros y diminutos gusanos que ponían sus huevos bajo la piel quienes se sumergían en el agua. Dos de las nuevas aldeas de Punta Basilisco sufrieron la invasión de esclavistas, mientras que en Yeen tuvieron que lidiar con los ataques de los gules de piel moteada que moraban en las profundidades de la selva.

Los rhoynar trataron de sobrevivir en Sothoryos más de un año, hasta el día en que un bote procedente de Zamettar llegó a Yeen descubrió que todo hombre, mujer y niño de aquella atormentada ciudad en ruinas había desaparecido de la noche a la mañana. Nymeria ordenó a su gente embarcar de nuevo.

Durante los siguientes tres años, los rhoynar deambularon por los mares del sur buscando un nuevo hogar. Los pacíficos habitantes de Naath, la isla de las Mariposas, les dieron la bienvenida, pero la diosa que protegía aquella extraña tierra pronto empezó a fulminar a los recién llegados con una desconocida mortal enfermedad, obligándoles a embarcar de nuevo. Llegaron a establecerse en un pequeño islote deshabitado de las Islas del Verano, frente a la costa oriental de Walano, que pronto empezó a ser conocida como Isla de las Mujeres, pero su terreno era rocoso y muchos murieron de hambre. Cuando las velas se izaron de nuevo, algunos rhoynar abandonaron a Nymeria para seguir a una sacerdotisa llamada Druselka, que decía haber oido a la madre Rhoyne llamar a sus hijos para regresar a sus casa. Cuando Druselka y sus seguidores llegaron a sus antiguas ciudades, sus viejos enemigos esperabam para apressarlos, esclavizarlos o matarlos.

Los pocos y destartalados barcos que quedaban de los diez mil se dirigieron hacia el oeste bajo el mando de la princesa Nymeria. Esta vez decidió ir rumbo a Poniente. Después de tanto deambular, sus barcos estaban peor incluso que cuando habían partido de la madre Rhoyne y la flota no llegó completa a Dorne. Todavía existen aldeas aisladas de rhoynar en los Peldaños de Piedra, que afirman ser descendientes de aquellos que naufragaron. Otros barcos, desviados del curso por las tormentas, llegaron a Lys o Tyrosh, donde prefirieron vivir como esclavos antes que morir ahogados. El resto de los barcos desembarcó en las costas de Dorne cerca de la desembocadura del río Sangreverde, no muy lejos de las antiguas murallas de arenisca del torreón Barco de Arena, el asentamiento de la Casa Martell.

En aquel entonces, Dorne era una tierra seca, desolada y escasamente poblada, donde una veintena de señores y pequeños reyes se enfrentaban constantemente por el dominio de cada río, arroyo, pozo o pedazo de tierra fértil. Muchos de estos señores dornienses veían a los rhoynar como intrusos, invasores de costumbres extrañas y dioses desconocidos a los que era mejor devolver al mar de donde habían venido. Sin embargo, Mors Martell, señor de Barco de Arena, vio en esos recién llegados una oportunidad, y además, dicen los bardos, se enamoró de Nymeria, la hermosa y feroz reina guerrera que había liderado a su gente a través de medio mundo para mantenerlos en libertad.

Se dice que, de entre los rhoynar que llegaron a Dorne con Nymeria, ocho de cada diez eran mujeres, pero una cuarta parte de ellas eran guerreras, según la tradición thoynar, y aquellas que no lo eran, se habían curtido durante el tormentoso viaje. Además, miles de los niños que partieron del Rhoyne eran ya adultos y habían empuñado la lanza durante los años de travesía. Al unirse a los recién llegados, los Martell habían incrementado por diez el poder de sus huestes.

Cuando Mors Martell se casó con Nymeria, cientos de caballeros, escuderos y banderizos siguieron su ejemplo y desposaron a mujeres rhoynar, y muchos de aquellos que ya estaban casados las tomaron como amantes. Así fue como los dos pueblos se unieron por sangre, se enriquecieron y se reforzaron. Los rhoynar trajeron consigo innumerables riquezas: sus artesanos, herreros y albañiles eran mucho más habiles que los de Poniente,y los armeros no tardaron en forjar espadas, lanzas y armaduras de escamas y placas que ningún herrero local podía igualar. Pero aun más importante fue que las brujas del agua rhoynar conocían hechizos secretos que hacían que los arroyos secos fluyeran de nuevo y que los desiertos florecieran.

Para celebrar esas uniones, y asegurar que su pueblo no pudiera regresar al mar, Nymeria quemó los barcos rhoynar. "Nuestro viaje ha terminado. Hemos encontrado un nuevo hogar, y aquí viviremos y moriremos", declaró. Algunos rhoynar lamentaron la pérdida de los barcos y, en vez de aceptar su nueva tierra, remontaron las aguas del Sangreverde, viendo que no era más una pálida sombra de la madre Rhoyne, a quien siguieron adorando. Todavía existen y son conocidos como los huérfanos del Sangreverde.

Las llamas de los barcos escorados iluminaron la costa a lo lardo de cincuenta leguas. A la luz de las llamas, la princesa Nymeria nombró a Mors Martell príncipe de Dorne, a la manera de los rhoynar, y declaró su dominio sobre las "arenas rojas y blancas, y todas las tierras y ríos desde las montañas hasta el gran mar salado".

Fue más fácil proclamarlo que conseguirlo. Siguieron años de guerras en los que los Martell y sus compañeros rhoynar se enfremtaron y sometieron a un rey tras otro. Nymeria y su príncipe enviaron al Muro a no menos de seis reyes con cadenas de oro, hasta que sólo quedo el más grande de sus enemigos: Yorick Yronwood, el Sangre Regia, el quinto de su nombre, señor de Palosanto, guardián del camino Pedregoso, caballero de los Pozos, rey de la Marca Roja, de la Franja Verde y de los dornienses.

Durante nueve años Mors Martell y sus aliados (entre ellos, la casa Fowler de Dominio del Cielo, la casa Tolland de Colina Fantasma, la casa Dayne de Campoestrella y la casa Uller de Sotoinferno) lucharon contra Yronwood y sus banderizos (los Jordayne de Tor y los Wyl de Sendahueso, junto a los Blackmont, los Qorgyle y muchos más). Cuando Mors Martell cayó bajo la espada de Yorick Yronwood en la Tercera Batalla del Sendahueso, la princesa Nymeria asumió el mando de todos sus ejércitos. Hicieron falta dos años más de guerra para que Yorick Yronwood se rindiera, y Nymeria gobernó a partir de entonces desde Lanza del Sol.

Aunque volvió a casarse dos veces —la primera con el anciano lord Uller de Sotoinferno, y después, con el apuesto ser Davos Dayne de Campoestrella, la Espada del Alba—, Nymeria siguó siendo la incuestionable gobernante de Dorne durante casi veintisiete años, y sus esposos, simples consejeros y consortes. Sobrevivió a una docena de intentos de asesinato, sofocó dos rebeliones y rechazó dos invasiones del rey Tormenta Durran III y una del rey Greydon del Dominio.

Cuando murió, la sucedió la mayor de las cuatro hijas que tuvo con Mors Martell, y no el hijo que engendró con Davos Dayne, ya que para entonces los dornienses habían adoptado muchas de las leyes y costumbres de los rhoynar, aunque el recuerdo de la madre Rhoyne y de los diez mil barcos iba desvaneciendose hasta convertirse en leyenda poco a poco.

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