La Maldición de Valyria. Art by Julius Camenzind© |
Con la destrucción de los rhoynar, Valyria pronto dominó por completo la mitad occidental de Essos, desde el mar Angosto hasta la bahía de los Esclavos y desde el mar del Verano hasta el mar de los Escalofríos. Cuando los esclavos llegaban al Feudo Franco, los enviaban rápidamente a trabajar a las Catorce Llamas para extraer el oro y la plata que los señores del Feudo tanto apreciaban. Unos doscientos años antes de la Maldición, quizá como preparación para cruzar el mar Angosto, los valyrios fundaron el asentamiento más occidental de su dominio en la isla que se conocería como Rocadragón. Ningún rey se opuso a ellos y, aunque los señores locales se esforzaron en resistir, se dieron cuenta que Valyria era demasiado poderosa. Con artes arcanas, los valyrios erigieron la fortaleza de Rocadragón.
Pasaron dos siglos, durante los cuales el codiciado acero valyrio empezó a emerger en los Siete Reinos con más frecuencia que antes, aunque no era suficiente para complacer a todos los señores y reyes que lo deseaban. No era extraño ver un señor dragón sobrevolando la bahía del Aguasnegras, y con el tiempo la imagen fue haciéndose mas habitual. Valyria sabía que su asentamiento estaba asegurado, y los señores dragón continuaron con sus conspiraciones e intrigas en su continente natal.
Entonces, cuando nadie lo esperaba —salvo para Aenar Targaryen y su hija doncella Daenys, la Soñadora—, la Maldición cayó sobre Valyria.
Nadie sabe con exactitud que causó la Maldición. Muchos dicen que fue un cataclismo, una explosión causada por la erupción conjunta de las Catorce Llamas. Algunos septones, menos sabios, afirman que los propios valyrios trajeron el desastre con ellos con a sus indiscriminadas creencias en cientos de dioses y que la impiedad los llevó a excavar a demasiada profundidad, hasta que los fuegos de los siete infiernos se desató sobre el Feudo Franco. Un puñado de maestres, influenciados por la obra del septón Barth, sostienen que Valyria había contenido las Catorce Llamas durante miles de años gracias a la magia, que su incesante hambre de esclavos y riqueza servía tanto para sostener esos hechizos como para expandir su poder y que al final esos hechizos se descontrolaron produciendo el cataclismo.
Dragón ardiendo durante la Maldición. Art by chevsy© |
Lo único que se puede decir con certeza es que fue un cataclismo como el mundo no había visto nunca antes. El antiguo y poderoso Feudo Franco, hogar de dragones y hechiceros de inigualable habilidad, quedó arrasado y destruido en cuestión de horas. Se dice que cada una de las colinas a quinientas millas a la redonda estallaron en pedazos, llenando el aire con cenizas, humo y un fuego tan intenso y voraz que abrasó incluso a los dragones que sobrevolaban el cielo. La tierra se abrió en grandes grietas que engulleron palacios, templos y pueblos enteros. Los lagos hirvieron o se convirtieron en ácido, las montañas explotaron, las fuentes de fuego escupieron roca fundida a mil pies de altura, y de las nubes rojas llovió vidriagón y sangre negra de los demonios. Al norte, el suelo se quebró y se desmoronó, el mar embravecido comenzó a hervir.
La ciudad más orgullosa del mundo desapareció en un instante, el legendario imperio se desvaneció en un día. Las Tierras del Largo Verano, las más fértiles del mundo, quedaron arrasadas, inundadas y asoladas, y durante un siglo se acusó la magnitud de la perdida en vidas.
Lo que siguió a aquel repentino vacío fue el caos. Todos los señores dragón se encontraban reunidos en Valyria, como de costumbre, a excepción de Aenar Targaryen, sus hijos y sus dragones, que habían volado a Rocadragón y, por tanto, escaparon de la Maldición. Algunos relatos afirman que unos pocos más también sobrevivieron, pero solo durante un tiempo: algunos señores dragón en Tyrosh y en Lys se salvaron, pero fueron asesinados junto a sus dragones por los ciudadanos debido a la agitación política que siguió a la Maldición. Las historias de Qohor afirman que Aurion, un señor dragón que visitaba la ciudad, reunió fuerzas entre los colonos qohorienses y se proclamó primer emperador de Valyria. Voló hacia Valyria, montado en su gran dragón, seguido de un ejercido de treinta mil hombres, para reclamar lo que había quedado de Valyria y restablecer el Feudo Franco, pero nadie volvió a verlo nunca, ni tampoco a su ejercito.
En Essos, la época de los dragones llegó a su fin.
Volantis, la más poderosa de las ciudades libres, enseguida se proclamó heredera de Valyria. Hombres y mujeres de sangre noble valyria, aunque no señores dragón, incitaron a la guerra; los tigres, como se hacían llamar los volantinos que abogaban por la conquista, se enfrentaron a las otras ciudades libres. Al principio se impusieron, y sus flotas y ejércitos sometiron Lys, Myr y el cauce sur del Rhoyne, pero la ambición los perdió: cuando intentaron apoderarse de Tyrosh, su floreciente imperio se derrumbó. Inquieta por el ataque volantino, Pentos se unió a la resistencia tyroshi;.Myr y Lys se rebelaron, y el señor del mar de Braavos proporcionó una flota de cien barcos para ayudar a Lys. Además, el rey Tormenta de Poniente, Argilac el Arrogante, llevó un ejército a las Tierras de la Discordia (empujado por la promesa de oro y gloria), que derrotó a la hueste volantina que intentaba recuperar Myr.
A raíz de los conflictos y las luchas en las Tierras de la Discordia, que continúan hasta la fecha, nació y arraigó el azote a las compañías libres. Al principio, estas bandas de mercenarios simplemente luchaban por dinero, pero hay quienes dicen que, cuando la paz se instauraba, sus capitanes instigaban nuevas guerras con las que sustentarse y aumentar su botín.
Cerca del final, el futuro Conquistador, el todavía joven Aegon Targaryen, se vio involucrado en la lucha. Sus antepasados siempre habían mirado hacia el este, pero desde muy temprana edad el joven solo tuvo ojos para el oeste. Sin embargo, cuando Pentos y Tyrosh acudieron a él para pedirle que se uniera en una gran alianza contra Volantis, los escuchó. Por razones aún desconocidas, decidió aceptar, pero hasta cierto punto. Se dice que voló al este a lomos de Balerion, el Terror Negro, se reunió con el príncipe y los magísteres de Pentos y desde allí voló a Lys, justo a tiempo para abatir una flota volantina que se preparaba para invadir la ciudad.
Volantis sufrió más derrotas, como la del Lago Puñal, donde las galeras de fuego de Qohor y Norvos destruyeron gran parte de la flota volantina que controlaba el Rhoyne, o la del este, cuando los dothrakis salieron en masa del mar Dothraki, arrollando a su paso ciudades y pueblos para invadir a la debilitada Volantis. Al final, los elefantes —la facción volantina partidaria de la paz, formada en su mayoría por ricos comerciantes y mercaderes que habían sufrido con la guerra— arrebataron el poder a los tigres y pusieron fin al conflicto.
En cuanto a Aegon Targaryen, está escrito que poco después de su papel en la derrota de Volantis perdió todo interés en los asuntos del este. Convencido que el reinado de Volantis había llegado a su fin, voló de regreso a Rocadragón y, entonces, ya sin la distracción de las guerras de Essos, volvió su mirada hacia el oeste.
La Maldición destruyó el Feudo Franco de Valyria y todo su imperio, pero quedan los restos destrozados de la península. Se cuentan historias extrañas sobre la zona y sobre los demonios que acechan el mar Humeante, donde una vez estuvieron las Catorce Llamas. De hecho, a la ruta que une Volantis con la bahía de los Esclavos es conocida como “el camino del Demonio”, y es evitado por los viajeros más cautos. Los hombres que se atreven a adentrarse en el mar Humeante no regresan, como le ocurrió a una flota volantina enviada para quedarse con la península durante el Siglo Sangriento. Existen rumores extraños sobre gente que vive todavía entre las ruinas de Valyria y en las ciudades vecinas de Oros y Tyria, pero muchos alegan que la Maldición aún perdura en Valyria.
No obstante, algunas ciudades más alejadas del corazón de Valyria, fundadas por el Feudo Franco o sometidas a él, siguen habitadas. La más siniestra es Mantarys, un lugar donde se dice que los hombres nacen deformados y monstruosos, supuestamente porque la ciudad está en el camino del Demonio. La reputación de Tolos, donde se encuentran los mejores honderos del mundo, y la de Elyria, en una isla, no son tan funestas ni tan notorias, pues establecieron tratados con las ciudades ghiscari de la bahía de los Esclavos y evitaron participar en cualquier intento de reclamar el corazón ardiente de Valyria.
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